lunes, julio 17, 2006

una pantorrila es una pantorrilla

en el gimansio, rodeada de una gigantesca parafernalia, cierro/abro las piernas al compás de no sé qué oculto y sagrado ritmo. aburrida, mucho. llevo unos pantalones negros que por grandes y molestos he enroscado hasta las rodillas haciendo omiso caso de las reglas del decoro y de la elegancia. gracias que me muevo, eh.

ahora bien, mis pantorrillas, claro está, no son como la del cuento de roa bastos, la del resplandor de vientre de pescado:

"mientras bajaba, un golpe de viento removió el vestido y mostró parte de la pantorrilla mórbida y gruesa, como el tronco de un árbol recién despellejado"

"ese resplandor de vientre de pescado lo había cegado a él pateándole el estómago (...) removiendo sus irremediables catorce años, su pubertad baldada por el mal".

hmmm. me pregunto qué tendría roa bastos en mente cuando describió así la pierna que a todos enloqueció. la cuestión es que la dueña de la misma, joven y de (aparentemente) canónica belleza, quien, lejos de entregarse a los modernos rituales de la gimnasia, se entregaba a la lengua juguetona de su perro, termina echada a la orilla del lago mientras todos los peones del campo se sirven de su rosada fruta.

decía, en el gimnasio, envuelta en un supremo esfuerzo por conservar la escurridiza gracia que los años quitan (léase, en un supremo y prosaico esfuerzo para que el culo y otras partes no se me vengan al piso), estaba yo sudando despeinadamente cuando un muchacho (un tipo de más o menos mi edad bah!) me señala, entre sonrisas, no sé qué cosa de las medias. qué medias, digo mirándome los pies, si llevo unos zoquetes, bastante ridículos, que apenas me rozan los tobillos.

es ahí cuando veo el horror: él me habla de las medias que me puse esta mañana, que no están ahora pero han dejado marca cual canal oscuro en mi (demasiado) blanca pantorrilla. sonríe, bromea acerca de la mala circulación. ¡por dios! también me habrás visto los pelos. no, en eso no me fijé. veloz cambié de máquina. ey, ahora te vas cada vez más lejos, exclama el tipo. y sí, me aparto de su curiosidad inoportuna, aturdida, pensando que una nunca debe perder de vista el hecho de que los hombres, para bien o para mal, nos observan. siempre.

o será que aun en los tiempos que corren y en los gimnasios donde todos corren una simple pantorrilla por más telas de araña, resplandor de pescado, surcos y pelos que tenga, ¿inspirará a los hombres tanto como antaño?

jueves, julio 13, 2006

es tan poco poético el dólar por millón de british thermal unit o por ejemplo trescientas toneladas de propano exportable o unos cuantos megawatts que se decide no pensarlo, es decir: hay que tomar las correspondientes notas, tantas como en hoja de cuaderno quepan, completar casilleros, hacer bien las cuentas y ofrecer una imagen de v.s. puede confiar en mí. cosa extraña que a una edad determinada (siempre, admitámoslo) haya que aprender todo de nuevo y así va la vida, tiempo completo de vuelta y vuelva sin saber bien si sí o si no, recomenzar, el regreso de hermanas perdidas que se extrañan según pasan los años se abandona la parte de la existencial pregunta y sólo es festejar los cumpleaños, comer alfajor de chocolate y dulce de leche, confesarle al médico que en realidad no se tiene mucha gana de quedarse desnuda ante sus ojos para un rápido escrutinio de lunares sospechosos.

un día en el ascensor alguien habla de "se murió pero fue lo mejor porque la enfermedad ya no se soportaba", entonces aparecen los recuerdos y la visión de las personas de alrededor del que se muere que se van aferrando a la idea de así será mejor como al famoso pasamanos, se toman de la idea, se la toman como un bebedizo y hasta desean, con fervor, que el fin ocurra, es mejor, mejor antes que el sufrimiento --ese fantasma aterrador--, pero no, no es mejor, no es peor, es lo que es, como la lechuga en la ensalada, el boleto de colectivo, como el ucraniano que desde detrás de un mueble me habla entusiasmado de lenguaje fortran, demanda de electricidad y asuntos técnicos que no comprendo, yo lo escucho atenta y casi fingida.

el ucraniano es lindo pero me quedo con los poemas bellamente escritos en los que me adivino fugaz o de recuerdo, con el cansancio de hacer, con el olor de milanesas, con la palabra, el abrazo, etc.