miércoles, julio 16, 2014

idomeneo

En el ínterin había terminado el mundial, leí una biografía de María Callas y compré por segunda vez un libro que ya tenía.

De todas las músicas brasileras, es mi favorita la de Vinicius --G. me dice que para qué carajo traje un CD de Milton Nascimento, es que a 15$ cada uno me pareció genial hacer las previas con cerveza fría, bossa nova, etc--. Pero no Milton Nascimento.

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El sábado:

En el teatro Colón un intento de acercarme a la ópera nuevamente duró poco: Idamante lloraba vestido de mujer (la cantante: una mujer), Idomeneo se daba cuenta de que ese a quien debía matar era su hijo (creo). La historia o el libreto estaba inspirado en una tragedia griega o algún asunto griego cuya resolución no importaba en absoluto. Y muchísimo menos cuando el diseñador de vestuario envolvió a todos los personajes en metros y metros de tela unida (o no cortada), es decir: la tela gigantesca como una sábana bajo la cual TODOS los cantantes del coro estaban ubicados, de modo que no podían moverse cómodamente (casi que ni siquiera podían moverse incómodamente). Tal vez la había conseguido (a la tela) barata en el once? Tal vez no hubo el tiempo suficiente para cortarla porque las costureras prefirieron mirar los partidos de fútbol del mundial?

La escenografía igual de pobre y aburrida. La música ídem.

Abandoné a Mozart y me dirigí a la Calle Corrientes a tomar las últimas postales de un Obelisco no invadido por los simpatizantes de la selección.