martes, abril 05, 2005

La lata de Lucrecia

Buscando la boleta del pago de Aguas Argentinas del primer bimestre, entre los comprobantes, las fotografías y los imanes de la heladera (papá no pegaba los imanes en la heladera, o en algún momento lo hizo pero después tuvo que sacarlos porque la usó para escribir definiciones, está completamente garabateada ¿no es increíble? con lo que cuesta limpiarla: ni con alcohol fino salen todas las pavadas que escribió, siempre pensando en sí mismo, en sus escritos, y a mí que me parta un rayo viejo egoísta), sí, te decía que entre todas las baratijas que guardaba, encontré esto, una carta o algo parecido, para la tal Anna. Pobre mamá si se hubiera enterado de la historia hay que ver cómo se habría puesto, pero no, él siempre se lo tuvo bien escondido. Y después decía que me quería, que aunque no nos viéramos nunca yo era lo más importante que le había pasado en la vida, que podía contar con él. Ni la heladera dejó sana.

Posible respuesta sin destino

Anna, sabés bien que todavía te recuerdo. Te fuiste hace ya tiempo porque para eso habías venido. Para partir, partirme en dos, dejarme adormecido, en este brumoso estado de narcosis que perdura después del gran amanecer que fue tu abrazo. Nunca nos entendimos porque hablar inglés era lo mismo que no decirnos nada, era tomar prestadas las palabras y robarles su significado más profundo, ese que sólo admiten aquéllas que fueron pronunciadas en la lengua madre, la que está irremediablemente teñida con nuestra propia sangre.

Para mí tu carta no significa nada. Te enteraste de mi diccionario, puedo imaginar cómo, aunque no importe demasiado. Nunca voy a contestarte. Es verdad que mis días están contados: no sabés cómo se siente esa inminencia cuando uno se da cuenta del abismo que se abre entre la obra que se propuso y lo poco que ha podido concretar. No veo cómo podrías ayudarme más que con una traducción que resultaría doblemente complicada porque habría que rescribir todo en inglés para que vos procedieras a hacer lo tuyo en finlandés y en sueco. Por otra parte no me parece que tenga demasiado sentido. Falta todavía tanto para terminar.

Nunca fui más que un personaje pintoresco en tu imaginación, un semisalvaje del Río de la Plata. Fui un mero hacedor de firuletes verbales que te resultaban incomprensibles. Un amante con quien pudiste disponer o prescindir de lo físico a tu antojo porque era tu idea de mí lo que te importaba y no yo mismo.