martes, marzo 22, 2005

la idea

La idea de escribir un diccionario surgió casi por casualidad. Casualidad que seguramente no era tal porque la realidad esta compuesta por miles de engranajes diminutos y el hecho de que no sean evidentes no invalida su existencia; esto Jacinto lo sabía mejor que nadie, aunque se empeñara en mostrar lo contrario.

Por supuesto que había leído con avidez la biografía de Diderot y no pocas de sus novelas y trabajos filosóficos. Además, la historia de la Encyclopédie Française no le era desconocida como tampoco las vicisitudes que habían enfrentado D&D (como le gustaba llamar a Diderot y a D’Alambert) para escribir, compaginar y publicar su increíble mamotreto; pero nada de todo esto parecía tener una conexión directa con el proyecto de armar un diccionario de su propia cosecha.

En realidad, “la idea” a la que Jacinto la encomillaba como si se tratase de una cuestión sin importancia; más tarde se daría cuenta de que ésta era la primera vez en su vida que la materialización de un pensamiento cobraba un sentido que trascendía el mero placer de escribirlo, entonces “la idea” devendría en LA IDEA; “la idea”, decía, se presentó más como una necesidad de mantener viva su escritura que como el deseo irreprimible de emular el universo. Por lo menos así fue en el principio.