miércoles, marzo 30, 2005

el discípulo

Hace un tiempo AL me propuso que utilizara una computadora. Dijo que si estaba de acuerdo él podía conseguirme una. Adujo que una máquina me facilitaría enormemente la tarea enorme. Me negué (me niego) a abandonar el manuscrito por anacrónico que parezca: jamás cambiaría la sensación de la tinta sobre el papel por los destellos histéricos de un cursor...

AL es casi la única persona con la que tengo contacto últimamente. Confío en él, ha sido un gran colaborador. Me ayuda con mis apuntes eternos y con las transcripciones. Debo confesar que por miedo a olvidar cada nueva definición que se me ocurre y a falta de papel en casa, he comenzado a escribir en las paredes.

pared: paredes y techo se ofrecen como la pampa húmeda para que entierre en ella los granos de la palabra. || espejo de lo que soy.

AL viene por las mañanas a ejercer su oficio de copista. La tarea no es fácil porque mi caligrafía se ha ido desmadrando con el correr del tiempo.

Se queda unas horas, me trae comida. Es un hombre generoso. Me deja una resma de papel, pero la acabo indefectiblemente al llegar la noche. Por lo tanto en la madrugada ya no me queda donde escribir, me sucede que no encuentro siquiera los papeles garabateados.

pared: dícese de la estructura que impide que el techo se caiga al piso. || Sucedánea del papel. || Receptora de los aullidos de Carla cuando la cama nos quedaba chica.