lunes, abril 18, 2005

Martita en la vereda

Y sí, qué quiere que le cuente, era un tipo medio raro, reservado, diría yo. Hubo una época que salía mucho, andaba de acá para allá siempre con un cuaderno bajo el brazo y un lápiz que se ponía en la oreja, como los carniceros ¿sabe? la verdad que le quedaba un poco ordinario, pero como era tan buen mozo se le perdonaba todo... a mí me agarraba siempre cuando estaba baldeando la vereda y me decía, cómo le va Martita (siempre me trataba de usted, era muy respetuoso) y yo: acá ando, baldeando, y algunas veces se me acercaba y en tono de confidencia me hacía preguntas, a ver Martita, dígame usted que piensa de esto, o de aquello y anotaba, no sé muy bien qué cosas anotaba, pero serían muy importantes porque fruncía las cejas o se quedaba pensando y después, gracias Martita, usted está contribuyendo a una obra capital, vaya saber por qué capital, sería por capital federal, pero nunca le pregunté por las dudas no fuera pensar que yo soy una ignorante. Ah, era tan buen mozo... pero viera usted los ojos tristes que tenía, yo no sé, siempre anduvo en líos por mujeres, no sé si tenía muchas, pero las pocas que le conozco no parece que lo hicieran muy feliz que digamos. Había una muy alta y muy rubia como una actriz de cine que lo vino a visitar una vez y nunca más volvió, parece que era alguien que no veía hacía tiempo, y cuando se despidieron anduvo con una cara el pobre, yo lo notaba como gastado, demacrado, porque yo soy muy observadora y nunca se me escapa nada. Después estaba la mujer de él que se separaron apenas nació la hijita y ella se llevó a la beba porque no se aguantaban más, siempre había gritos, un día ella le sacó todos los libros y los papeles al pasillo, si supiera el lío que se armó, pero al final fue ella la que terminó yéndose Dios sabe dónde porque no se la vio más, solamente muy de vez en cuando aparecía la hija, ya más de grandecita, caía -seguro que sin avisar- cuando necesitaba plata, qué coraje, y él que la quería tanto. Pero usted vio cómo es la gente, si no es por plata o por ya sabe qué, ni se molestan.