lunes, abril 11, 2005

Carla...

...todavía sigue visitándome aunque no muy seguido: no puedo pagarle (hace tiempo que dejé de pagarle), se debe haber aburrido hasta de la compasión que una vez sintió por mí. No ha dejado de ser cariñosa, ma petite catin, pero me niega su presencia cada vez un poco más, se inventa excusas: que apareció un cliente que exige verla cinco veces por semana y paga bien, así que no puedo desatenderlo, (¿no será mucho a tu edad Carla cinco veces por semana el mismo tipo?), que hay una reunión en el colegio de los chicos, que a la tarde no porque tiene que ayudarlos a hacer los deberes –como si pudiera explicarles algo–, ¿y a la mañana? a la mañana tampoco: tengo que ir a la peluquería o cómo te creés que hago para mantener la clientela, vamos, vamos, a nadie le importa lo que hagas con tu pelo mientras sigas... pero no se lo digo, tal vez el pelo sea importante, sí, al fin y al cabo hace las veces de rienda para... on va le faire à la dûc d´aumale. Está bien, está bien: a la pobre le queda algún resto de juventud y no sería justo pretender que lo derrochara conmigo, se debe a sus hijos, necesita trabajar. Ah, pero cómo la extraño, carajo. Es lo único que me hace sentir vivo, su olor, su brutalidad. Su absoluta ignorancia. Ella se ríe de mis paredes escritas, de los libros desparramados, de los papeles. Se ríe de mí. Y no me importa. Si fuera Anna, no podría soportarlo. En cambio Carla, a Carla no se le puede pedir otra cosa que su socarronería. Carla es eso: una carcajada de la naturaleza.

(anotar en el cuaderno rojo:
carla: carcajada de la naturaleza.
anna: desdén sobrenatural.)