jueves, abril 21, 2005

...de la cronología que la Editorial de la Alcantarilla prepara para la edición de las obras completas de JA

1981 ~ Conoce a Anna Juosten, una bellísima mujer finlandesa con quien comparte un tórrido romance. Fantasea con la posibilidad de una vida en la península escandinava, con abandonar “esta ciudad que se ha convertido en un averno que algunos intentan acallar inútilmente, que otros niegan”. Anna, sin dar otras razones le dice que se trata de algo imposible y Jacinto se sume en una profunda depresión. En esa época firma un contrato por una traducción de la trilogía “The Rosy Crucifixion” de Henry Miller. Jacinto solo llega a completar Sexus en versión porteña apelando nuevamente a su técnica de traducción minimal. En la reelaboración de la obra de Miller deja de lado toda alusión al arte, la literatura y/o la filosofía que pudiera aparecer y se dedica a “mejorar” las escenas eróticas. Descarta sustantivos como “pija” “verga” “chota” “poronga” sucedáneos de los ingleses “pecker” “cock” “prick” “dick” etc. porque le parecen sumamente pedestres.

Frases como:


“Without even bothering to kiss her, I shoved my cock up the dark, juicy, cavern of her voracious cunt”


eran reescritas:

“Ella y yo fuimos entonces una misma y lluviosa oscuridad”



La traducción nunca se imprime debido a que los editores la consideran demasiado “suave”: allí donde el sutil arte del maestro refulgía en todo su esplendor sólo vieron un pudor absurdo, una tonta mojigatería. Nada más alejado de la estética de Jacinto. Se había enamorado perdidamente de Anna y encontraba en el sexo el ideal de expresión del espíritu humano: no era pudor lo que lo llevaba a escribir frases poéticas donde leía palabras para otros obscenas(*), sino la pureza de sus sentimientos para con ella. En la carta del editor rechazando la obra leemos “El público quiere otra cosa Arrizabalaga: usted ha conseguido una versión no carente de belleza, pero demasiado lírica, demasiado rosada. Lo suyo es como un choripan sin chorizo, ¿comprende?”(**)


(*) Nota de Pedro Weinberg: Por cierto, Jacinto nunca le tuvo miedo a las palabras, baste un somero recorrido por las páginas de su diccionario para comprobarlo. Sin embargo la melancolía que tiñó la traducción de Sexus pudo más que su amor por ellas y lo llevó incluso a eliminar todos los personajes femeninos de la obra, a subsumirlos en una sola mujer. Anna era, en efecto, todas las mujeres. Como siempre, se ahorraba el trabajo de tener que traducir una obra de 500 páginas.


(**) Nota de la autora: Parece poco creíble que en esa época hubiera algún editor dispuesto a lanzar una versión en español de una obra como la de Henry Miller y menos creíble aun que le pidiera a Jacinto que fuera explícito en cuestiones sexuales en un contexto donde la censura estaba a la orden del día. Pero no sé muy bien cómo arreglarlo. Tal vez tendría que hacer que Jacinto viniera al mundo en 1938 o en 1928 en lugar de 1948.