miércoles, febrero 16, 2005

¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcivolallas,
las reptilizas más y subterpones?

Microcósmote Dios de inquiridiones,
y quieres te investiguen por medallas
como priscos, estigmas o antiguallas,
por desitinerar vates tirones.

Tu forasteridad es tan eximia,
que te ha de detractar el que te rumia,
pues ructas viscerable cacoquimia,

farmacofolorando como numia,
si estomacabundancia das tan nimia,
metamorfoseando el arcadumia.

Francisco de Quevedo



Esta mañana me encontré con William. Debo decir que no estaba en buena forma. Leía el suplemento cultural de un conocido matutino de esta capital y mascullaba algo que, a juzgar por la manera en que se le fruncía el entrecejo, parecían ser imprecaciones. Yo lo conozco bien a Willie. En realidad lo que le pasaba es que está harto de que todo el mundo hable de Miguel: doquiera que lea hay un homenaje, algún estúpido panegírico, o lo que es peor, la exégesis absurda hecha por un crítico imberbe que pretende saber qué es lo que quiso decir el escritor. Como si el escritor hubiera querido decir una cosa distinta de la que puso sobre el papel. Tanto peor cuando se trata de una sarta de estupideces inventadas por un idiota pretencioso y falto de talento.