jueves, enero 05, 2006

Crónicas de la milonga xxxx

Compré (hoy) un abanico: ¿no es sencillamente delicioso --dejando de lado por supuesto los inconvenientes de tipo fisiológico como la abundante profusión de agua corporal de los bailarines, los olores y/o/u otras etcéteras-- que en la confitería Ideal la tecnología no haya traspasado los límites de unos cuantos ventiladores de mala muerte y las mujeres debamos recurrir al viejo artilugio del abanico?.

El mío es bastante ordinario, de levísima madera con agujeritos y reminiscencias orientales (¿¡lo que me espera cuando lo vea Tokuro!?). Del vértice pende una especie de chirimbolo amarillo y rojo que cortaré en cuanto llegue a casa para cambiarlo por una cinta negra o algún otro accesorio un poco más glamoroso. Todavía no lo estrené aunque no faltará oportunidad: el verano recién comienza.