pequeños cónclaves de la vida empresarial
la reunión está por terminar y con ella un sanguchito de jamón crudo más salado que boliviano tomando sol en oyuni y que requiere cataratas completas de agua mineral para morigerar este insobornable calor en la lengua.
notorio es que de los presentes dos se empeñan en el vocabulario con cierta pretensión de letrados. dicen "morigerar" cada vez que alguna variable se les escapa del casillero. lo que de ninguna manera morigeran es el accionar de la mandíbula pues van bajando por los respectivos conductos: varias empanaditas fritas --a cuenta de la compañía-- en grasienta procesión; luego unos árabes de pavita, lechuga & tomate; y para rematar el sinfondo de los estómagos gerenciales, unas ensaladitas de fruta de lo más variadas: tienen kiwi, durazno de lata, frutilla. más no se puede pedir.
un señor de anteojos (todos los reunidos los llevan pero es preciso el artilugio para despistar al lector y no quedar engrampada) se la pasa preguntando si tras esto o aquéllo no debiera haber un beneficio. beneficio económico, se entiende, ya que al parecer la moneda es lo único que interesa a este señor bisnisarbisnis, o por lo menos eso es lo que muestra. si la respuesta es vaga o no le satisface el ansia de pecunio, ahí le salta la autoridad: revisémoslo.
transcurren de esta suerte exactamente dos horas, dieciocho minutos y algún que otro segundo. la única mujer de la sala (con gafas asimismo) asiente a todo fingiendo atención sin faltar al femenino mandato de siempre parecer interesada en el verbo que el hombre explaya.
felicidad, se dice con evidentes rastros de aburguesamiento de lo más aburguesado, es tirarse en el pasto a mirar cómo laburan las hormigas.
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