miércoles, abril 26, 2006

comité

asiste a la reunión pletórica (la reunión) de directores y gerentes tan serios. esta vez le dan a las masitas con el férreo tesón del sabe que la empresa paga y aunque no se sufra hambre, total es gratis. para no caer en el imperdonable pecado del bostezo, quien suscribe se entrega a la masticación de masas secas, ora de chocolate, ora de dulce de leche. le van dejando pesada la cabeza: son lentas de tragar, pastosas. se levanta, lenteja, para llenar el tiempo de las exposiciones --cada hombre presente perora entusiasmado acerca de sus números y logros gerenciales-- se sirve un cafecito, le agrega leche en polvo (puaj), revuelve avec une petite cuillere despacio, prevertianamente aunque sin poesía. alberga la esperanza de que el café mejore su precaria situación.

no se sabe si por el café o por las reminiscencias milyunanochescas cuando escucha hablar de álabes un poco se despierta, aprovecha y manotea otra masita (antes de que estos turros se las terminen todas). continúa ejercitando el diente mientras arrastra su atención por los caminos de la conversación que a su lado se desarrolla. no son los álabes, para la desgracia de ella, aguerridos y barbudos hombres tocados con túnicas y montados en negrísimos caballos. son nada más que unos cosos de una turbina que necesitan reparación urgente. reparación para la cual ya se ha solicitado presupuesto y se están analizando diferentes alternativas.

al retirarse pregunta a un muchacho compañero suyo cómo suele él arreglárselas para superar con decoro las tres horas de comité. él contesta con sonrisa --admitámoslo, luce su cara, por fortuna, una hermosa sonrisa-- que él no se aburre, que si conoce el tema que se discute, participa, y si no lo conoce, presta más atención todavía.

cada cual se aplica a lo que más prefiere.