sábado, noviembre 11, 2006

afortunadamente existen las medialunas con mosquitos, los muchachos de pantalones negros y enormes motas blancas, las heladeras vibradoras, los zapatos dorados taco aguja, los besos furtivos, los bombones marroc de plateados envoltorios, la vertical contra la pared cabeza abajo el-mundo-todo-como-es, los jazmines, los recuerdos bellos de quienes fueron a la muerte, los recuerdos bellos de quienes bailan en la vida, los tangos cansados bostezos, los arrolladitos de hoja de parra, las manos del hombre en la espalda de la mujer, las manos del hombre en otros tantos sitios, las mandarinas, las novelas que ayudan a olvidar, las que ayudan a pensar, las que ayudan a no pensar, los hijos chiquitienojados y furiosos, los caracoles y sus blandos cuernos dejando mil estelas sobre el césped, la madre disculpándose con los caracoles por haberlos usado para que los niños jueguen las carreras, las pisadas descalzas sobre el trébol, los abrazos, el café con leche, la cerveza fría, el llanto compartido, el llanto a solas, el frasco de perfume y el perfume, las palabras tontas, el silencio, el cuerpo contra el cuerpo, sobre, bajo, de costado, amor, el cielo de detrás de la ventana, el río, el cielo abierto desde la vereda, el mar en calma, el mar embravecido, los dedos en la boca, el mordisqueo, la distancia infinitesimal y las estrellas, el cuadro que siempre vi-en-un-libro- de-repente-inesperado-ante-mis-ojos, el mundo fuera mientras yo aquí adentro sin palabras toda disfrazada de disgustos, el mundo dentro mío gigantesco, la persona que se atreve, la que duda, el agua en la crepsidra, en el reloj la arena, el tiempo que se niega, el pasado hecho girones, los buñuelos fritos de banana allá en la infancia, el piano desafinadísimo en la noche, un par de castañuelas negras, los jacarandaes florecidos

el mundo fuera mientras yo
aquí dentro
y dentro mío el mundo
que no es nada