martes, junio 27, 2006

e o robinho, joga o nao joga?

la terraza del hotel encastrada contra el morro, el mar, la playa del otro lado y nada para hacer.

vi dos o tres librerías que me quedaron a distancia de calle embotellada y demasiado sudor rodando espalda abajo como para decidirme a entrar. lo bueno de brasil es todo el mundo en bolas y a nadie, nadie le importa. lo malo es lo descomunal de las distancias --malo?--, la exageración, tanto cemento mezclado con árbol lloviendo sus frutos sobre las veredas y, a veces, sobre la cabeza de algún transeúnte desprevenido.

hubiera bajado esa noche a la playa si la cobardía de la madurez no me quedara tan cómoda. ¿? una mujer sola es, en definitva, una mujer sola y muchas veces se presume disponible. ya desde la tarde los botones del hotel un poco se reían cuando pregunté por décima vez si el sr. c se había registrado o se registraría en algún momento, que por favor me avisaran. lo cierto es que el sr. c y compañía llegaron a río de janeiro tras un contingente de angoleños malolientes --calificación utilizada por el sr. c y compañía--, que los tuvieron demorados más de una hora en migraciones. el teléfono, por entanto, sonó recién a las once de la noche. hola loca estoy con unas trolas acá abajo querés venir. boludo cómo no me avisaron antes, ahora ya me dormí. sos un desastre, te llamamos quinientas veces pero no atendías.

claro: no atendía porque en ese instante miraba tontamente hacia el océano desde la terraza (no podía resignarme tan temprano a la estrechez de mi cuarto) cerveza en mano y pensando qué no daría por una conversación.