viernes, agosto 10, 2007

diatriba contra la tiranía del quirófano fácil

¿qué pasa con las mujeres que van al quierófano, sí, quierófano a que las rellenen, les quiten, pongan, arreglen, suban, estilicen, hermoseen, implanten, succionen, lipoaspiren, etc, así como si se tratara de una simple visita al peluquero para que les acomode los rulos?

la realidad nos cuenta que si una mujer es poco agraciada y se pone tetas seguirá siendo una desgraciada con tetas y si es linda y deseable sin tetas y va y también se agrega --para compensar quién sabe qué angustias y carencias-- seguirá siendo linda y deseable con aditamentos pero en fin, lo mismo que antes. digo, qué cambia con la cirugía además de la posesión de una nueva experiencia de dolor físico para obtener un supuesto atractivo asimismo físico que... ¿hace a una mujer más querible? ¿más femenina? ¿más bella? ¿por qué tantas mujeres inteligentes, interesantes, dueñas de una indiscutible feminidad sucumben a la imbécil tentación de de hacerse rebanar y aderezar por un cirujano previa entrega de un par de miles de dólares? más aún, ¿por qué tantas mujeres de las que detentan el privilegio de haber nacido indiscutiblemente hermosas cambian narices, labios, culos, cinturas y tetas por otros de mayor/menor tamaño o forma según los casos, complejos de inferioridad o exigencias "estéticas" del momento?

(todo esto a raiz de visita a casa de amigos donde encuentro a dos mujeres con sus nuevos globos de helio implantados tan violentamente en sus delgados cuerpos que no puedo más que indignarme de pensar dónde quedó el amor propio el respeto por el cuerpo, etc. ) hay quienes me acusan de exageración. yo acuso a los demás de estupidez. cómo se llega a la conclusión de que la cirugía mejora la autoestima, dulcifica lo que una mujer siente por sí misma, incrementa el apetito sexual de los hombres poer ella, etc? o es así? ¿se deseea más a una mujer de goma que a otra de carne y huesos o en realidad se la desea por otras causas menos poliestirénicas?

nunca voy a olvidarme de un reportaje en el que liv ullman decía que ella no se había hecho (ni se haría) cirugías en la cara --y qué cara bellísima-- porque quería saber cuál era el rostro que dios le había reservado para la vejez.

chapeau!