miércoles, septiembre 15, 2010

¿escribir o publicar? escriblicar

tratábase de una tonta aspirante describiente
que mascullaba entre dientes
chicles de amarga ponzoña:
era invidiosa, la doña, de un verdor ensortijado
ponía mucho cuidado
en sus tristes disparates
de felicidad cariada
o
de barbijo dislocado.
si leía a un compatriota que su destreza luciera
en el manejo del verbo,
la sutil elocución,
se le enrulaban las crenchas y comenzaba a gritar:
no hay más que palabras hueras
florituras del hablar
para mandarse la parte,
el tipo es un fanfarrón.
si una autora conmovía su podrido corazón
lo negaba con denuedo
pretendiendo indiferencia
comentarios profería:
son todas cursilerías
del más bajo escalafón.
si la razón de algún otro engendraba silogismos
de esos que pasman al sabio
por su cristal brillantez
diría: le falta arte,
es frío como el invierno
del infierno desconoce la promiscua calidez.
nada nunca le placía,
ni el sentimiento
ni el tino
ni el barroquismo dorado
ni la prosa desolada
ni los versos desbordados.

como ella nadie escribía:
justa
certera
mordaz
rebosante de talento
elocuente y perspicaz.
esperaba ansiosa el día en que alguien la descubriera
como a la pepita de oro
y con amor le dijera:
tu obra es la más mejor que jamás haya leído
un sol entre las estrellas
una perla en una almeja
de playboy una coneja
del equipo el goleador.
el tiempo se le pasaba, el editor no venía
y la invidiosa notaba que los demás escribían
y sus obras publicaban
una tras otra: malísimas.

en soledad repetía:
el universo va a ver
de lo que soy capaz
se lo pierden los demás
porque no saben leer.